jueves, 3 de mayo de 2007

Violencia juvenil y equipamientos sociales



Amanecimos este pasado día de fiesta con notas de la prensa que incidían en el grave problema de la violencia juvenil y más en concreto de la estudiantil. El 49% de los docentes reconoce sentirse desmotivado con su trabajo y el 80% cree que las dificultades a la hora de dar clase les afectan negativamente a su salud.

Momentos más tarde los telediarios y noticieros se encargaron de recordarnos otros hechos de violencia juvenil en el barrio de Malasaña en vísperas de las fiestas madrileñas y cuando los vecinos del barrio intentaban dormir.

El debate está servido. Que si los alumnos tienen muchos derechos y pocos deberes. Que no se enseñan valores, o más bien que escasean los valores en nuestra sociedad. Lo cual son dos cosas diferentes, pues muy mal se puede enseñar aquello que no se conoce o de lo que no se dispone.

El problema no solo es español. Está globalizado. Lo cual implica una orquestación social. Una amiga argentina, y residente en Mar del Plata, me comentaba hace pocos días, referente a este problema: “Hace tiempo creía que la educación de la juventud, con esfuerzo, podía mejorarse. Hoy he perdido la esperanza; lo que no se aprende en casa, no lo enseña la escuela. ¿Qué será de la sociedad cuando estos chicos lleguen a sitios de toma de de decisiones? ¿Recordás los años 60, 70, cuando queríamos cambiar el mundo?. Teníamos ideales, aprendidos en el hogar, la escuela, la iglesia. ¿Qué tienen hoy? y lo dice quien tiene convivencia continua con chicos de Secundaria. Trabajo en una escuela. Piensan en la ropa de marca " la guita que van a hacer con algún curro" y si tenés la poco original idea de preguntar ¿qué querés para tu vida? , tras la sonrisa socarrona viene, no se, pero quiero tener mucha plata “.


De ahí que la cuestión igual no está en que existan asignaturas con valores, sino que volvamos a poner en marcha la transversalidad de las materias, lo cual implica que todas las asignaturas puedan estar presentes los valores humanos. Y que incluso aquellas que pudieran parecer más abstractas, como la química o similares, estuvieran conectadas con la vida misma y descendieran a ella. Es lo que desde siempre se ha llamado la interdisciplinariedad.

Y la solución no está simplemente en la escuela o en la familia. Es necesario dotar a nuestros barrios de equipamientos sociales, culturales y deportivos que pongan vida y actividad allí donde solo luce la pasividad. Infraestructuras, con técnicos de animación socio cultural. Y que, al tiempo, que se educa desde la acción sea una ocasión para el diálogo intercultural entre los diferentes colectivos que anidan en las barriadas desde la programación y ejecución de actividades comunes donde al tiempo que se divierten y disfrutan, aprenden la convivencia. No sé si algo de esto aparece en los programas electorales de las próximas municipales.

Uno que suele participar en sesiones informativas o formativas donde hay jóvenes presentes es consciente de que el problema no se puede generalizar. Hay muchos grupos de jóvenes conscientes de la sociedad que viven, deseosos de cambiarla, que ponen garra en lo que hacen y que afrontan su realidad con perspectivas de futuro, muchos de ellos colaborando incluso de manera voluntaria en tareas de cambio social a través de diferentes organizaciones.

El problema es más serio de lo que pensamos. Y las soluciones tampoco están en una varita mágica. Pero una de las preocupaciones latentes en los colectivos ciudadanos cuando se aproximan las elecciones legislativas de cualquier índole siempre es la seguridad. Y eso marca también las consignas, propagandas u orientaciones electorales. Francia es ejemplo de ello, donde en las pasadas elecciones gran parte del pueblo se decantó por la extrema derecha de Le Pen. De hecho, según datos que van apareciendo, en las actuales, aunque haya perdido la primera vuelta, el 24% de los votos de los obreros fue a su favor, teniendo muchos más que los dos ganadores. La seguridad nunca debería estar reñida con la libertad, y para que eso sea posible la educación ha de hacerse presente en los años de la infancia y juventud. Pero lo que falla no es tanto la escuela, falta una visión cultural de los barrios, de forma que éstos comiencen a estar organizados para servir a la integralidad vital de los que en ellos viven, y no solo un lugar donde comer, dormir y asomarse a la ventana o sentarse en las esquinas.

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