lunes, 14 de mayo de 2007

Migraciones: hemos visto sólo la punta del iceberg


La humanidad se ha movido desde siempre, pero en las últimas décadas aparecen nuevas características en los desplazamientos. La globalización económica y cambios en las tendencias demográficas inciden notablemente en ese perfil diferente.

Felipe de la Balze ECONOMISTA Y NEGOCIADOR INTERNACIONAL
En CLARIN 13.05.2007 http://www.clarin.com:80


Desde los inicios de la historia la humanidad ha estado en movimiento. La búsqueda de oportunidades económicas, los desastres naturales, las guerras y las persecuciones han sido principales determinantes de las migraciones.
Hoy, las migraciones presentan un nuevo perfil y han adquirido una escala sin precedentes. Según las Naciones Unidas, en la actualidad, casi 200 millones de personas residen fuera de su país de origen.
La novedad no proviene sólo del volumen de los flujos migratorios sino también del amplio abanico de personas que se desplazan y de la variedad de países que se han convertido en "emisores", "receptores" y "territorios de tránsito".
Lo que caracteriza a las migraciones contemporáneas es el predominio de la motivación económica.
El fenómeno migratorio actual ocurre en un contexto donde el proceso de globalización en curso reduce dramáticamente los costos del transporte y las comunicaciones y favorece la circulación permanente de la información. Mientras que la televisión e Internet exhiben un "paraíso de oportunidades" en los países ricos, en los países menos adelantados la falta de desarrollo y la fragilidad institucional actúan como expulsores y fomentan la emigración hacia los países económicamente más adelantados.
A nivel mundial, casi dos tercios de los emigrantes totales se desplazan del Sur hacia el Norte en búsqueda de oportunidades económicas. En ese contexto las dos corrientes más importantes son la que se origina en México, América Central y el Caribe hacia los Estados Unidos, y la que se origina en Africa, Oriente Medio y Europa del Este y se dirige hacia Europa Occidental. Pero también existen corrientes migratorias intensas entre los países menos desarrollados: por ejemplo, la Argentina ha recibido a lo largo de las últimas décadas numerosos inmigrantes de los países vecinos.
Pero la pobreza no es el único determinante de los flujos migratorios. La fuga de cerebros (personal altamente calificado) afecta a todos los países. Por ejemplo más de 470.000 europeos graduados universitarios con título científico residen en los Estados Unidos y sólo uno de siete entre ellos quiere regresar a la "vieja" Europa. Pero el fenómeno no es exclusivamente europeo. Los países menos desarrollados —inclusive el nuestro— exportan personal altamente calificado a los países más desarrollados en áreas tan diversas como el deporte, la ciencia, la informática y la medicina.
Los países mas adelantados —o "receptores"— generan por razones económicas y demográficas una demanda efectiva de fuerza laboral, que en parte es satisfecha por los inmigrantes. Diversos estudios recientes comprueban que el robusto crecimiento de las economías norteamericana y española durante los últimos quince años no habría ocurrido sin la marea de inmigrantes —mayoritariamente jóvenes— que se han incorporado a sus fuerzas de trabajo (15 millones en los Estados Unidos y más de 4 millones en España).
En el sector industrial, la globalización presiona a las empresas a reducir costos para mantener su competitividad internacional. La incorporación de los inmigrantes a los procesos de producción permite contener los aumentos salariales y diferir el cierre de actividades o su relocalización a países con menores costos laborales.
En el sector de los servicios, que ha crecido aceleradamente (representa entre el 65% y el 75% del PBI de los países más desarrollados), la demanda de inmigrantes para trabajar en los "servicios en situ" (aquellos que no pueden dislocarse al exterior) se ha multiplicado, particularmente en la construcción, la salud, la hotelería, el esparcimiento, el transporte, la recolección de residuos y el servicio doméstico.
Las tendencias demográficas mundiales también contribuyen a explicar la intensidad del fenómeno migratorio. Mientras que en los países más pobres las tasas de crecimiento de la población son altas y los jóvenes en edad de trabajar son numerosos, en los países más desarrollados (donde las tasas de fecundidad están cayendo debajo del nivel necesario para asegurar el reemplazo generacional) las poblaciones locales están disminuyendo y en promedio, envejeciendo. A manera de ejemplo, las Naciones Unidas proyectan que la población de Europa, sin nuevos inmigrantes, disminuiría de 728 millones en el año 2004 a 621 millones en el año 2050.
Lo que hemos visto hasta ahora en términos de flujos migratorios es sólo la punta del iceberg de lo que está por venir. El proceso de globalización en curso, los avances tecnológicos y las tendencias demográficas que hemos mencionado representan un complejo desafío para los gobiernos y para la comunidad internacional. El desafío es hacer que la emigración resulte positiva, tanto para los emigrantes y sus familias, como para los países de origen y de destino.
En el mundo actual la movilidad humana es un componente necesario y deseable en todo proyecto de desarrollo económico, político y cultural. La emigración, bien gestionada, será un factor de desarrollo económico y social, de enriquecimiento cultural y de progreso individual. La emigración, mal gestionada, puede ser la causante de graves tensiones sociales, de conflictos políticos internos y hasta de invasiones y guerras.

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