Hay momentos en los que uno cuando analiza el ambiente social que le rodea se siente como viviendo en medio de una tarde llena de sombras. Casi preferiría tener la sensación de que está terminando la oscuridad de la noche y uno sale del sueño con la sorpresa que el nuevo día nos va a deparar.
Pero las sorpresas no siempre son como la brisa. Con frecuencia vienen como la tormenta de lluvia y truenos que en estos días nos metió el susto en el cuerpo.
Algo así me pasó cuando leí el pasado miércoles que el obispo de Huesca en una carta pastoral a sus diocesanos defiende la teoría de la conspiración en el atentado del 11M, o que es algo así como una maraña confusa, califica al gobierno de Zapatero como traidores, invita a votar contra el Partido Socialista y un sin fin de cosas mas. La verdad que, en este caso, el obispo en cuestión no tiene pelos en la lengua. ¿O se les debería implantar?
Siempre he defendido que la religión es una cosa personal y no privada. Y que, por tanto, desde la creencia que se tenga –al igual que desde la ideología que se posea- se puede iluminar la realidad. Pero en cuestiones generales, de fondo. En este caso, el obispo parece más bien el secretario general de un partido político que el pastor de una comunidad, llamado por su misión, a unificar que no a dividir; pues es de suponer que muchos de los afectados en la comunidad cristiana de Huesca serán socialistas, y estarán a gusto viviendo ambas cosas: acción política y condición creyente.
Y las sombras de la tardecita han traído a mí la oscuridad cuando me entero que otro obispo, el de Madrid, ha convocado para estos días una vigilia de oración en una iglesia de la capital del Reino para pedir por la unidad de España o por su salvación, ya no recuerdo bien la cuestión, pues está preocupado dado que, a su parecer, España se resquebraja.
Espero que al de Huesca lo llamen como testigo especial al juicio del 11M. Puede que los jueces dén con la luz que necesitan, y no precisen de alargarse en el tiempo y gastar mas dinero en el tema, pues igual les trae la luz de Dios que le ha hablado directamente a Monseñor.
Espero también que las preocupaciones del obispo de Madrid no hagan que nos vengan ya noches sin estrellas. Porque, a Dios gracias –y nunca mejor dicho-, las estrellas han seguido saliendo a pesar de la guerra en la que España se involucró cuando el obispo estaba callado. Y las estrellas han seguido alumbrando a pesar de que los gastos sociales disminuyeran cuando no se votaba al PSOE que es lo que dicta el obispo de Huesca. ¿Eso que hacen es iluminar a los demás? ¿O más bien no es meter cizaña? Estoy convencido de que esa luz no es la de las estrellas, ni tampoco nos aproxima a la verdad.
Cuenta una vieja leyenda que cuando el Creador quiso ocultar la Verdad no la escondió en el fondo del mar ni en el pico del monte más alto, sino en el único lugar donde el hombre no iría a buscarla: en su propio corazón. Es una leyenda que con frecuencia nos viene en mensajes por Internet y a modo de power point. Recientemente he tenido la oportunidad de volver a encontrarme con ella.
Yo enviaría estos emails a los obispos en cuestión. Igual ellos también tienen vedada la entrada al corazón, al suyo y al corazón de la humanidad.
Para los antiguos el corazón era la sede de todo lo que es el hombre, como el centro de la vida de la persona en todos los planos. Igual el corazón de muchos, también el de estos falsos agoreros o jueces de la humanidad- olvidados de su condición de pastor- está lleno de miedos sobre un futuro que no parece va a ser necesariamente como era la vida antesdeayer. Y eso les impide acercarse a la verdad de la vida que el Creador escondió en el corazón. Y el amor y la luz no se obtienen defendiendo ideas y atacando otras, sino poniéndose siempre al lado de las personas, de todas, sobre todo de aquellas que sufren, o que, por ser minoritarias en el más amplio contexto poblacional, están discriminadas.
Y ellos deberían estar para traer la paz y la brisa que grita el silencio, mas que las tormentas con que nos amenazan los vientos y las crispaciones.
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