ERENA CALVO. LAS PALMAS.
ABC 12 julio 07
Apaleado, torturado y humillado, El Mami Amar Salem fue abandonado hace ya más de un año por las fuerzas de seguridad marroquíes en «tierra de nadie», en la frontera que separa el Sahara de Mauritania. Cuenta a este periódico que le sustrajeron su documentación, y desde entonces no le permiten la entrada en el territorio. Sucedía en febrero de 2006, cuando El Mami trataba de alcanzar Nouadhibou para recibir la asistencia médica que se le había negado en Dajla. Un mes antes, «en una manifestación pacífica», fue torturado por 18 policías en plena calle.
«Mis piernas quedaron totalmente destrozadas». Mientras paseamos por las calles de Las Palmas comprobamos cómo todavía no ha recuperado toda la movilidad. Tras la «brutal» paliza, «me negaron la asistencia médica en todas las clínicas de Dajla». Un mes después «intenté llegar a Mauritania, para poder ir a un hospital porque temía que tuvieran que cortarme las piernas». Pero al llegar al puesto de control de la policía marroquí en el interior del muro se repetía la historia.
Rodeado de minas
Nuevamente apaleado, «se ensañaron especialmente con mis piernas enfermas», fue abandonado en la frontera. En una zona donde el sol abrasa sin piedad una arena que esconde un traicionero campo de minas. «Días después moría allí un inmigrante de Bangladesh que viajaba a la costa».
El Mami tuvo algo más de suerte. Su familia, tras muchas súplicas, pudo llevarlo a Mauritania. Entre tanto, este saharaui pasó casi una semana en el desierto «sin poder moverme, ni hablar, y alimentándome de lo que algunas personas me dejaban cuando me veían tirado en el camino». A cambio del permiso para entrar en Mauritania, «las autoridades marroquíes obligaron a mi familia a volver a la frontera y entregarles todos mis papeles». El Mami dice que esta es la primera vez que Marruecos despoja de su pasaporte a un saharaui fuera de los Territorios, negándole de nuevo la entrada. Y denuncia el caso, que no descarta que llegue a los Tribunales, «para que no se vuelva a repetir».
Para regresar a casa «me exigían abandonar la lucha (pacífica) por la independencia de mi tierra, ocupada desde hace tres décadas pisoteando la legalidad internacional». Si El Mami hubiera aceptado «no sólo tendría ya mis papeles y podría estar en mi casa; me prometían trabajo y dinero». Pero no estaba dispuesto a «abandonar la reivindicación de lo que nos pertenece». En Dajla, dice con el rostro entristecido, le necesitan. Presidente del Comité contra la Tortura en esta ciudad, es uno de sus principales activistas, «por eso Marruecos quiere neutralizarme».
El Mami lo tiene claro. No piensa dejar en la estacada a su pueblo. En Dajla sólo el 20 por ciento de la población es saharaui, «y la mitad de los ciudadanos marroquíes son policías». La presión es «muy fuerte». Durante su estancia en España, espera «conseguir que le devuelven sus papeles». Expulsado de unos Territorios ocupados, su lucha por regresar a su tierra «no sólo continúa, sino que acaba de empezar».
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