Rafael Morales
La ONU y la UA (Unión Africana) celebran en la capital libia una conferencia internacional sobre Darfur. A la espera de sus conclusiones, el esfuerzo está dirigido a conseguir un acuerdo de los rebeldes (que no están presentes en la conferencia) con el gobierno de Jartum, así como a aprobar el envío de una fuerza de unos 20.000 soldados financiados por la ONU para asegurar la protección de los refugiados y la llegada de la alimentación imprescindible para la sobrevivencia de 3 millones de personas. Sobre el terreno, la crisis de Darfur se complica, según escribe José Borrell, presidente de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo.
La ONU y la UA (Unión Africana) celebran en la capital libia una conferencia internacional sobre Darfur. A la espera de sus conclusiones, el esfuerzo está dirigido a conseguir un acuerdo de los rebeldes (que no están presentes en la conferencia) con el gobierno de Jartum, así como a aprobar el envío de una fuerza de unos 20.000 soldados financiados por la ONU para asegurar la protección de los refugiados y la llegada de la alimentación imprescindible para la sobrevivencia de 3 millones de personas. Sobre el terreno, la crisis de Darfur se complica, según escribe José Borrell, presidente de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo.
La región sudanesa de Darfur, con unos 7 millones de habitantes y del tamaño de España o Francia, se rebeló contra el gobierno sudanés en 2003 por su marginación económica, social y política. Algunos grupos tomaron las armas. Hoy el conflicto afecta a más de cuatro millones de personas. El presidente Bachir respondió con una represión generalizada contra pueblos y aldeas indefensos, apoyándose tanto en el ejército como en los yanyawid (hombre a caballo), encargados de echar a los campesinos de sus tierras a golpe de terror para después simplemente robar sus propiedades. 200.000 muertos y más de dos millones de refugiados ilustran una espantosa catástrofe que perdura.
Las exigencias internacionales al gobierno de Jartum, destinadas a detener las matanzas, atender a los refugiados y asegurar su regreso a casa, cayeron en saco roto. Tampoco cambiaron mucho las cosas tras la paz firmada por Bachir en 2005 con el Ejército de Liberación de Sudán, uno de los principales grupos opositores armados. Los demás siguieron combatiendo y dividiéndose en varias fracciones. El presidente Bachir, apoyado por China (y su interés ante una zona rica en petróleo) consideró cualquier intervención extranjera como una operación neocolonial. Estados Unidos (también con idea de hacerse con las riquezas de Darfur) presionó para una imponer una intervención militar decisiva. Algo impedido por China en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El Gobierno sudanés terminó cediendo pero poco, permitiendo la intervención de las fuerzas de la misión de la Unión Africana (Amis), unos 7.000 hombres. A todas luces insuficiente. Como escribe Pere Rusiñol, “mal equipados, desmoralizados -cobran con tres meses de retraso- y sin permiso para disparar. La realidad es que se limitan a defender como pueden sus propias bases. Darfur es una zona sin ley ni orden, una guerra de todos contra todos”. Vamos a peor, pues. La Unión Europea financia este despliegue con unos 400 millones de euros. Casi tanto como la ayuda humanitaria propiamente dicha, que representa el mayor esfuerzo realizado en este terreno por la ONU a lo largo de su historia.
José Borrell estima que la protección de la población civil de Darfur requiere un esfuerzo adicional de la comunidad internacional. Probablemente. Sin embargo, cualquier solución a medio y largo plazo parece imposible sin una transacción política entre los representantes de Darfur, armados y no armados, con las autoridades de Jartum, así como resulta necesaria la colaboración de Chad, país directamente afectado por el drama, y la participación de la UA. La Conferencia que se celebra en Libia tendrá utilidad, sobre todo, si se muestra capaz de establecer los puentes para aquel acuerdo político. O Los insoportables sufrimientos de millones de personas permanecerán.
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