martes, 13 de julio de 2010

El efecto de las remesas en un país pobre



San Pedro Sula ,
Honduras

En el mundo hay unos 200 millones de migrantes. Han dejado sus países y sus seres queridos, buscando un mejor porvenir. El amor por aquellos que dejaron atrás es su bandera de lucha, y al obtener su primera remuneración salarial la envían a su familia desde los lugares más remotos de la Tierra.

Esas remesas transferidas a los países en desarrollo se estiman en 280,000 millones de dólares, según el Banco Mundial.

Para hacerse una idea de la importancia de esta suma, valga decir que casi triplica la ayuda mundial al desarrollo procedente de los países ricos.

Pero las remesas no se han librado de la crisis económica y financiera que golpea al planeta y que ha convertido la tierra prometida de tantos emigrantes en un paraíso perdido.

Son bastantes los que se han quedado sin empleo -los trabajadores foráneos son muchas veces los primeros en ser despedidos- o que ahora ganan menos. Otros deciden ahorrar un poco más para tener alguna reserva si la situación empeora. La consecuencia, en todo caso, es la misma: ya no pueden enviar tanto dinero a sus familiares como antes.

América Latina y el Caribe son dos de las regiones que más remesas reciben. Y los países más expuestos a las consecuencias de una caída son los centroamericanos y caribeños, dado que en muchos de ellos estos fondos representan entre el 15 y casi el 40% del PIB, como es el caso de Haití, Honduras, Jamaica, El Salvador, Nicaragua y Guatemala, en orden decreciente.

En un segundo nivel de exposición se encuentran algunas economías sudamericanas como Bolivia y Ecuador que, junto con Belice, la República Dominicana y Granada, tienen niveles de peso de las remesas en el PIB de entre un 5.0 y un 10%, señala un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas.

La dimensión del drama que la caída de las remesas puede suponer queda patente si se considera que alrededor de la mitad de las personas que reciben este dinero no tiene otra fuente de ingresos, toda vez que los sistemas de protección social en las naciones receptoras son muchas veces precarios. Según el Foro Nacional de Migraciones de Honduras, Fonamih, Honduras se coloca dentro de los primeros diez países a nivel mundial comparando el volumen de remesas en relación con el producto interno bruto.

Para el año 2007 esta relación ascendía al 21.3%. Honduras recibió 2,694 millones de USD en el año 2008. A partir de la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples de septiembre 2006 realizada por el INE, un poco más de 330,000 hogares en Honduras reciben remesas provenientes del extranjero. Del total de estos hogares, el 55.6% están ubicados en el área urbana; y 44.4% se sitúan en el área rural.

Los departamentos identificados con el mayor número de hogares receptores fueron Cortés, Francisco Morazán, Olancho y Yoro. Alrededor del 70% de las remesas se usan para gastos básicos del hogar; mientras que el 12% se invierte en salud y un 5% en educación, contribuyendo así a mejorar los niveles de pobreza de los hogares receptores. Una parte menor de las remesas se invierte, siendo la inversión en la vivienda la más popular con un 8%. El 4% de las remesas se ahorra en los bancos o las cooperativas o se invierten en pequeños negocios, con beneficios multiplicadores para las comunidades de origen de los inmigrantes.

En la ciudad de La Esperanza, Intibucá, por ejemplo, el 11% de los negocios han sido financiados por remesas de emigrantes retornados, ellos manejan hoteles, restaurantes y pequeños negocios.

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