Blog de Antonio Caballero
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26 Abril 2009
Están construyendo en Río de Janeiro un muro de hormigón de cinco metros de altura para separar las favelas donde viven los pobres de los barrios donde viven los ricos. Las autoridades explican que no se trata de eso, sino de interponer una barrera ecológica –un “ecolímite”– entre la ciudad y lo que queda de los bosques tropicales de los cerros circundantes. Sin duda es así: nunca se deben poner en duda las explicaciones de las autoridades. Pero el caso es que, así sea sin intención, quedan separados por un muro los pobres de los ricos.
Lo malo es que los muros nunca han servido de mucho. No sirvió de nada la Gran Muralla China, destinada en principio (o eso decían las autoridades de la época) a separar a los chinos de los bárbaros: llegaron los bárbaros (que son los chinos de hoy). No ha servido el muro que llevan años construyendo las autoridades de los Estados Unidos en la frontera con México para impedir que la crucen los inmigrantes ilegales, que siguen haciéndolo a un ritmo de más de un millón al año. El muro de Berlín, destinado según las autoridades a proteger las conquistas del socialismo real, se derrumbó solito: por lo visto estaba tan mal hecho como el socialismo real. ¿Recuerdan ustedes la “Línea Maginot” de fortificaciones inexpugnables que defendía a Francia de una posible invasión alemana? Pues resulta que los invasores alemanes entraron en Francia sin pasar por la inexpugnable barrera fortificada: dieron la vuelta por Bélgica. El ejemplo más reciente de la inutilidad de los muros es el del que levantan las autoridades israelíes para encerrar a los palestinos en la Franja de Gaza: fueron las propias autoridades israelíes las primeras que saltaron el muro para entrar en Gaza.
Es de temer que algo por el estilo suceda con el muro de los pobres que están construyendo en Río. Sólo servirá para dificultar el paso de las autoridades cada vez que pretendan hacer una redada en las favelas.
1 comentario:
Completamente de acuerdo con el comentario anterior: El problema está en los muros que no se ven, porque están dentro de las mentes y las almas de cierta gente. Esos sí que son verdaderamente peligrosos.
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