martes, 21 de abril de 2009

Todos podemos ser refugiados en cualquier momento



Refugiados

EUROPA PRESS 17.04.09

Exiliados recuerdan que "nadie está exento de convertirse en refugiado" y piden a España una ley de asilo más garantista

Un español asilado en Francia durante el franquismo explica el drama de los desplazados, que no acaban de echar raíces en ningún lado

"Nadie está exento de convertirse en un refugiado, porque la historia cambia y las circunstancias también". Este es el mensaje que un grupo de exiliados de distintas nacionalidades lanzaron hoy a la sociedad española para solicitar que la nueva Ley de Asilo, actualmente en trámite parlamentario, sea más garantista y no se convierta en un retroceso frente a la legislación ya en vigor.

Durante una mesa redonda presentada por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en el marco de '48 horas por el derecho de asilo' convocadas por la organización, prestaron su testimonio Víctor Morales, refugiado español en Francia durante la dictadura franquista; Ricardo Ferrer, colombiano perseguido por denunciar una masacre de civiles; Ana María Flores, chilena también exiliada en España y el solicitante de asilo Alban Koyako, amenazado de muerte en su país, Costa de Marfil.

Con historias diferentes, los cuatro ponentes coincidieron sin embargo en afirmar, que antes de la emigración forzosa, jamás pensaron que tal día pudiera llegar. "A nadie se le ocurrió que un día tendría que abandonar su país", apuntó Ferrer. El colombiano es "uno de los poquitos testigos que quedan con vida" de una "matanza" de civiles ocurrida en 1997, en el río Atrato, a cuenta de los Escuadrones de la Muerte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Según su relato, Ferrer, periodista, era el responsable de Comunicación de la Red hospitalaria de Medellín antes de exiliarse. Ganaba unos 6.000 euros al mes y no le faltaba "de nada". A menudo, hacía gestiones de mediación en el conflicto, que respetaba al personal humanitario y sanitario como neutral. Sin embargo, fue testigo de aquellas muertes y lo denunció, señalando ante las autoridades al actual presidente del país y entonces gobernador, Álvaro Uribe, y al Ejército colombiano. Las amenazas no tardaron en llegar.

Con ayuda de un periodista israelí, se trasladó allí con su mujer dado que no era necesario visado. Solicitó a la ONU el reconocimiento de su condición de refugiado pero sólo obtuvo una carta estándar que no obligaba a Israel a prestarle protección. Sus denuncias públicas de lo ocurrido en Colombia le trajeron problemas también en Oriente Próximo y cuando otro de los colombianos allí exiliados resultó muerto, acudió a la Embajada Española en Tel Aviv, pidió asilo y se le concedió.

Si hubiera estado en vigor la propuesta de reforma de Ley de Asilo que ha presentado el Gobierno a las Cortes, Ferrer no habría podido solicitar protección a España porque el texto elimina la posibilidad de realizar los trámites desde un tercer país considerado seguro, como es el caso de Israel. Tampoco habría podido hacerlo a través de las delegaciones consulares españolas en el exterior, porque el anteproyecto de Ley elimina esta vía que en la actualidad si se contempla. "Hoy sé que si vuelvo me matan. Estoy seguro", afirmó Ferrer.

LA GENEROSIDAD CON LOS ESPAÑOLES

El "delito" de Víctor Morales fue su militancia en el Partido Comunista durante la dictadura de Franco. Según cuenta, alertado por un amigo, huyó de una muerte segura y se "pasó" a Francia, donde convivió con "tres hornadas" de españoles, los que huyeron "en masa" con el estallido de la Guerra Civil; los que fueron marchando conforme se iba consolidando el franquismo y los llamados migrantes económicos, que acudieron en la década de los sesenta en busca de trabajo.

De su experiencia quedan el mal sabor de boca por cómo fueron tratados los españoles por las autoridades de Francia, especialmente los que llegaron en grupos numerosos y que fueron "hacinados en campos de concentración sin condiciones mínimas de salud o alimento" y el "inmenso agradecimiento" a la población francesa, que en muchos casos "aún a riesgo de sus vidas" protegieron a los republicanos españoles exiliados.

"El hecho de ser refugiado es ya de por sí un drama, porque significa renunciar a la familia, la tierra, el trabajo, los amigos, romper con toda una vida (...) pero si se tiene un compromiso político fuerte es aún peor, porque no te planteas en ningún momento un futuro en el país de acogida, estás pensando todo el tiempo en que vas a volver a España y no te compras una casa, ni muebles ni nada. Muchos malvivieron 40 años esperando a volver, y están enterrados en Francia", explicó.

UN FUTURO EN ESPAÑA

La mirada a futuro la puso Alban Koyako, licenciado en Historia en Costa de Marfil y doctorando en el momento de exiliarse. Durante su intervención, contó con una sonrisa lo "cara" que le salió la ponencia que ofreció sobre política y ruptura social en la Universidad. Unos hombres encapuchados irrumpieron de madrugada en su domicilio armados con hachas. Le propinaron una paliza, destrozaron todo cuanto había en el piso y le dijeron que la próxima visita sería para asesinarle.

Se escondió en otra vivienda, pero le estaban buscando. "Mis vecinos me dijeron que me buscaban dos chicos que iban en un coche matriculado con la bandera oficial de mi país: Eran del Estado", apuntó Koyako, quien decidió entonces salir del país y partió rumbo a España, donde encontró el apoyo de CEAR en Andalucía y cursó su solicitud de protección. "El futuro lo tenía en mi país y ahora estoy desconcertado. Mi vida ahora ya no me pertenece, dependo de las autoridades españolas", apostilló.


Sin embargo, Dora defiende la labor de Correa porque considera que está haciendo reformas y aumentando la participación política de los ciudadanos. Sus recetas para salir de la crisis pasan por la creación de cooperativas.

Mientras tanto, la crisis aprieta a las familias. «Apenas tenemos para comer. Tan sólo pido al Gobierno que nos ayude con el billete de vuelta. Pero los políticos sólo se nos acercan cuando nos necesitan para las elecciones y luego, ni nos conocen», afirma Luis Ochoa, otro ecuatoriano de 54 años que se ha quedado en el paro.

No hay comentarios: