sábado, 26 de enero de 2008

Kenia: ¿otro conflicto étnico en Africa?




Juan Rivero Rodríguez, del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid. Periódico Diagonal
El escritor keniano que años atrás reclamase la escritura en kikuyu como forma de descolonizar las mentes, añadió a la cita días antes de las polémicas elecciones del 27 de diciembre que los partidos políticos en Kenia eran de papel.


Briefcase (maletín) para otros, privatización de la vida política en esta supuesta democracia. Y es que, como decía un articulista en el semanario digital Pambazuka (“traer a la luz”, en suahili), todos los políticos quieren pertenecer a la empresa AGIP (Any Goverment In Power, cualquier gobierno en el poder). Los candidatos presidenciales con mayor número de votos, Mwai Kibaki (ministro desde los primeros gobiernos de la independencia), Raila Odinga (hijo del líder socialista anticolonial Oginga Odinga) y Kalonzo Musioka (eterno gris ministro de Asuntos Exteriores), tienen en común haber participado en gobiernos del dictador Daniel Arap Moi, sucesor del mítico padre de la independencia Jomo Kenyatta.

Antes de convocar elecciones, el actual presidente Kibaki presentó el Partido de la Unidad Nacional (PNU), coalición de 14 partidos. En 2002 ganó la Coalición Nacional Arcoiris (NARC), que incluía al partido de Raila Odinga. El NARC propugnaba una reforma de la Constitución que contemplase un primer ministro con poder ejecutivo.

A pesar de la preocupante presencia de numerosos colaboradores del anterior gobierno, su triunfo se vivió como una liberación, hasta la ayuda internacional estaba congelada por la corrupción. Se introdujeron algunas de las reformas prometidas como la gratuidad de la enseñanza primaria. Las cifras de crecimiento se invirtieron hasta llegar al 6% anual.

Kibaki pronto se acomoda en el sillón presidencial que Moi había dejado caliente y obstaculiza la pactada reforma hasta 2005, cuando fue derrotado en referéndum constitucional por Raila Odinga y Kalonzo Musyoka con el Movimiento Democratico Naranja (ODM). El NARC se fundaba en la oposición al KANU-Moi y a su candidato Uhuru Kenyatta. Con Uhuru y contra Kibaki surge el ODM.

No puede haber más de un gallo (símbolo del KANU, por cierto) en un gallinero: Musioka reclamó para sí el ODM. Uhuru aguanta. Partidos-marcas comerciales disputando en los juzgados nombres y registros. Desde la primera coalición frente a Moi hasta el último episodio electoral. Del FORD surgió FORD-K (Kenya); Ford-Asili, Ford-People; NARC parió NARCK; ODM, ODM-K. Uhuru Kenyatta se une al PNU de Kibaki y el mismísimo Moi (kalenjin y considerado líder antikikuyu) pone dinero de su bolsillo. Mientras los parlamentarios suben sus sueldos el hastío con la clase política crece.


Herencia británica, se elige un único parlamentario por circunscripción en la que ostenta un poder absoluto. No todo son malas noticias: ni los tres hijos de Moi ni 20 antiguos ministros han conseguido el escaño.


Este culebrón transfugista y clientelar resultaría patético si el pueblo keniano, la tribu de los que no tienen, no fuese rehén de esa otra tribu, la de los que tienen. Privatización de la política o nepotismo no son prácticas exclusivas de Kenia ni de África. Berlusconi, Sarkozy o la dinastía Bush encajan en muchas de esas prácticas. Pero sus fotos se acompañan de comentarios bien distintos.

Una vez más en los medios dominan los discursos basados en lugares comunes y tópicos, pérdida real de información sobre alguna esquina periférica del planeta cuando la revolución tecnológica debería ampliarla. Fiel a la misión civilizadora occidental, el nuevo discurso de la barbarie divide el mundo con la dicotomía: Occidente (democracia) o barbarie (etnicidad). Democracia como ritual formal frente a la ciudadanía que la disfruta o padece. En los ‘90 en Kenia esa formalización democrática exigida por Occidente dio lugar a la sucesión de dudosas elecciones multipartidistas abortando el proceso democratizador real que ya se estaba produciendo por sí solo.

La tribalización de los conflictos en África es la explicación fácil. Es hora de despojarse de prejuicios coloniales a la hora de informar e informarse. Las raíces de la violencia latente desde hace tiempo en Kenia y desatada tras el fraude electoral hay que buscarlas en los barrios marginales de las megaurbes producto de la emigración rural donde la opresión de la tribu de los que tienen se hace insoportable para los de la tribu de los que nada poseen.

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