
Después de un diálogo con su madre, Nacho Díaz elabora este informe que adjunto para un tema sobre la inmigración que le habían encargado en su colegio a fin de poderlo dialogar entre sus compañeros. Adjunto texto íntegro:
Todos los días en la televisión se habla de los “inmigrantes” a los que muchas veces se llama “sin papeles”. Vemos imágenes de personas, casi siempre hombres y negros, derrumbados en la playa, agotados por la travesía, a los que atienden personas de Cruz Roja. Y oímos decir: “La patrullera recogió a .. tantos inmigrantes subsaharianos”.
Otras veces lo que oímos es que a esas personas “sin papeles” o “inmigrantes irregulares” los van a repatriar, es decir, que los van a devolver a los países de los que vienen.
¿Qué entendemos nosotros de todo eso? ¿Quiénes son esos inmigrantes? ¿Para qué quieren “papeles”? ¿Para qué vienen? ¿Por qué vienen hombres jóvenes y muchas veces niños, menores de edad? ¿Por qué los devolvemos a sus países?
La primera pregunta es ¿qué entendemos nosotros de todo eso? Y casi no sabemos responder. La televisión siempre repite noticias parecidas, casi con las mismas palabras, pero pocas veces explica. Hay algunas excepciones y luego hablaré de ellas.
La segunda pregunta es: ¿Quiénes son los inmigrantes? Pues la verdad es que, si lo pensamos bien, casi todas las personas del mundo descendemos de inmigrantes. Inmigrantes fueron nuestros padres o nuestros abuelos, o a lo mejor tenemos que remontarnos más en el tiempo, pero seguro que al final acabamos encontrando un familiar que emigró de donde vivía y llegó a un sitio mejor.
Por cierto, emigrante e inmigrante es la misma persona, según dónde te coloques. Si estás en el país de partida se dice que una persona emigra. Un español que salió de España en 1940 hacia Alemania es un emigrante para nosotros. Pero para el alemán, esto es, para el país de destino, era un “inmigrante” Cuando sales eres emigrante y cuando llegas, eres inmigrante.
Prácticamente toda la población de América del Norte, es decir, Estados Unidos y Canadá, desciende de europeos, que emigraron allá cuando en Europa la gente se moría de hambre. Los norteamericanos descienden de irlandeses, escoceses, ingleses, y también de otros europeos como italianos, franceses (éstos sobre todo colonizaron y emigraron a Canadá), escandinavos, etc.
En Europa, desde el siglo XIX hasta mediados del XX, se marchó a la emigración una parte importantísima de su población. De Inglaterra, Italia o Portugal se fue casi un tercio de la población. De España, casi un cuarto, el 25% de la población. Estas cifras son altísimas, mucho mayores que las que nosotros ahora recibimos.
España ha sido hasta hace pocos años un país de emigración, es decir, que en los años 30, 40, 50 y 60 nuestros compatriotas se iban al extranjero a trabajar para mandar dinero a sus familias que se habían quedado en España. Eran emigrantes. Ahora España es un país bastante rico y sus habitantes ya no suelen emigrar. Por el contrario ahora recibimos inmigrantes, personas de otros países que vienen a trabajar aquí para mandar dinero a sus familias en su país.
Así que ya sabemos quiénes son los inmigrantes y también para qué vienen.
La tercera pregunta era ¿para qué quieren papeles? Pues sencillamente para poder trabajar legalmente, es decir, con un contrato de trabajo. En Africa la gente trabaja a cualquier edad y en cualquier sitio donde se pueda, sin más requisitos. En Europa no. Aquí hay que tener documentos que dicen quien eres y que te autorizan a trabajar. Si no los tienes, no puedes trabajar.
Los africanos que vienen en cayucos no tienen contrato de trabajo y si no se les da uno, no pueden trabajar y mandar dinero a sus familias.
Otra pregunta era: ¿Por qué vienen hombres jóvenes y hasta niños, menores de edad?
Pues lo mismo que cuando los españoles emigraban a otros países de Europa. A veces se marchaba la familia entera pero muchas veces se iba sólo uno o varios hombres de una familia, normalmente jóvenes, porque cuando eres joven eres más fuerte y te resulta más fácil encontrar trabajo. En África la mayor parte de los jóvenes no tiene futuro allí, no tienen forma de ganarse la vida y para ellos la única alternativa es marcharse. Y los niños de 14 o 16 años, e incluso más pequeños, tienen un impulso muy fuerte de ayudar a sus familias. Muchas veces no han ido a la escuela como nosotros. No se pueden permitir estudiar, es demasiado caro para ellos o la escuela queda demasiado lejos. Cuando eres pobre te haces mayor más deprisa. Así que intentan trabajar para ayudar a sus familias.
Cuando estos niños llegan a España no entienden por qué que los meten en centro de acogida y los ponen a estudiar. Ellos no han venido a eso, lo único que quieren aprender es mecánica, fontanería, cualquier cosa que les ayude a conseguir un empleo y poder enviar dinero a su familia.
¿Por qué los devolvemos a sus países?
La Unión Europea tiene una población cada vez más vieja, es decir, que nacen pocos niños europeos. Los informes de los economistas dicen que hace falta mano de obra extranjera y cada vez más, porque no hay tantos trabajadores europeos como se necesitan. Además, los europeos no quieren hacer trabajos duros y pesados, que son los que hacen los extranjeros que vienen.
Entonces, ¿por qué los devolvemos? No lo sé. Probablemente sea porque la gente tiene miedo a lo que no conoce, cree que los que vienen de fuera, sobre todo si son diferentes de aspecto, no son como ellos. Y eso es falso. Las personas somos iguales y también son iguales los motivos que les hacen marcharse. El sufrimiento y el miedo de las familias que se quedan es el mismo que el que pasaban nuestras abuelas cuando los españoles emigraban. Las ganas de salir de la pobreza son las mismas para ellos que para nosotros. La soledad que pasa el hombre de Senegal, de Mali, que viene a España es la misma que la pasaban nuestros abuelos cuando llegaban a un país donde no entendían ni la lengua ni las costumbres de la gente.
Los alemanes de los años 30, cuando hablaban de los españoles que emigraban allí, decían exactamente lo mismo que ahora dicen algunos españoles de nuestros inmigrantes: que son distintos, que viven hacinados, que vienen a quedarse con lo nuestro. La historia se repite con distintos personajes.
Pero hay una diferencia fundamental: Cuando nuestros abuelos llegaban a Francia, Bélgica, Alemania, y los canarios a Venezuela, no los metían en un centro de internamiento durante más de un mes; no les negaban la libertad de moverse, y no los devolvían, esposados, a su país de origen.
¿Cómo se hubiera sentido nuestro abuelo si le hubieran prohibido entrar en el país donde iba a trabajar y, a la fuerza y esposado, lo hubieran metido en un tren (ahora es en un avión) y lo hubieran devuelto a su pueblo más pobre que cuando se fue?
Se hubiera sentido humillado, desesperado, de verse tratado como un delincuente, y no hubiera entendido nada. Pues así es como se sienten los senegaleses, mauritanos, malienses, … que diariamente devuelve nuestra policía a sus países de origen.
Detrás de cada hombre africano que viene a Europa a trabajar hay una familia entera, muy numerosa, que confía enteramente en él. Todos han aportado sus ahorros para que ese hombre pueda viajar; cuando él se va se quedan sin nada y su única esperanza es que él pueda mandar dinero. Cuando devolvemos a estas personas a sus pueblos estamos causando una auténtica tragedia: la familia está en la más absoluta pobreza, todo lo que tenían lo emplearon en pagar el viaje y ahora les han devuelto a su hombre como a un delincuente, sin dinero y sin trabajo.
Uno de estos hombres dijo: “Cuando me di cuenta que me devolvían a mi país, si hubiera tenido un cuchillo, me lo hubiera clavado.” Volver es peor que la muerte.
A todos los que les haya interesado este tema les recomiendo que vean un documental titulado “Cayuco”. Lo han puesto en televisión, y cuenta más o menos lo que estoy contando.