martes, 9 de octubre de 2007

Primera inmigración, las aves


Conozco la historia de estas aves. Aves
que llegaron de muy lejos a poblar una cálida costa
y no encontraron sino la arena sucia, el mar que muere
y ese largo silencio delineado de sus sombras.



Conozco la historia de estas aves vencidas por un tiempo
que no puede soportar tanta belleza, es decir, aquel tiempo
del ardor y la fatiga, nuestro sueño,
el sol que cae sobre la arena sucia
y un horizonte que se curva más allá de los ojos: sí, conozco la historia de estas aves tranquilas
que me miran, estas aves que miro: esperaron el retorno sin poder olvidar

y la vida fue entre ellas el oficio de los desesperados y los mansos,
nada notable para quienes aprendieron
con dolor que los deseos son un círculo debajo de las olas,
que las olas van perdiéndose al caer la tarde.



Se alzaron contra un cielo demasiado oscuro, prendieron de él sus suaves sueños
y tampoco en su solitaria permanencia encontraron la ciudad.
Esa ciudad
donde ahora suponen un cuerpo que retenga sus presentimientos,
la sabiduría y la paz, una vida finalmente dedicada a olvidar.
Pero esperaron el retorno sin poder olvidar. Y nada han visto
sino la arena sucia. Y nada han encontrado salvo el mar que muere.



Sí, conozco la historia de estas aves.
Su primera migración ha sido en vano


Jorge Frisancho, Perú 1967

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