viernes, 26 de diciembre de 2008

Los más zarandeados



No es ningún hecho ni noticia nueva. Ni la crisis ni cómo afecta de manera especial a los colectivos más débiles. Pero queríamos dejar constancia de ello en este espacio sencillo, y antes de acabar el año, donde compartimos los problemas de un colectivo, como el de los inmigrantes. No son los únicos. Da escalofrío escuchar un día sí y otro también declaraciones de responsables de Cáritas describiéndonos como se acercan a ellos con una gran vergüenza en sus rostros y corazones personas que nunca lo habían hecho, pues siempre habían vivido de su trabajo.


Parados, inmigrantes, pensionistas, viudas son algunos de los colectivos con los que se ceba más la crisis. Y los inmigrantes, al no tener casa propia ni familia que les acoja, deambulan por las calles. Las escalofriantes escenas de Jaén reproducidas visualmente estos días no son las únicas. Se ve también en nuestros pueblos y ciudades. Así como los que han tenido que dejar su casa al banco, cuando habían visto el progreso alcanzado en sus vidas al haber podido acceder a una hipoteca, de la que tienen ahora que olvidarse. Y la vergüenza de no volver a su país con las manos vacías, o de no poder llamar a los suyos dándole noticias alegres sino inventándose cosas que no existen en su día a día.


Y dicen que en 2009 llegaremos a cuatro millones el número de desempleados en el país.


En momentos así la temporalidad, tan denostadamente criticada, hasta se agradece. Algunos incluso, al no tener ni eso, sufren las consecuencias sicosomáticas en su organismo. Conozco un caso que entra estos días en el Hospital para un estudio profundo de las secuelas físicas que tiene su organismo, con menos de 50 años. Y según los diagnósticos hechos hasta el momento todo es consecuencia de la ansiedad vivida por el desempleo y no tener para llevar la comida a su casa.


Sé también de quien trabajando toda la vida en una oficina como administrativa ha presentado su currículo a 30 kms de distancia de su casa en un empaquetado de tomates. Al menos, tengo casa, comentaba el otro día. Los de otros países han de quedarse en la calle, sin el empaquetado que ahora me lo dan a mí y sin vivienda. Y esto pasa en países como el nuestro que somos potencias económicas, la octava dicen que somos nosotros. Echarse a caminar con los ojos abiertos ahora por Mauritania sería, con un mínimo de sensibilidad social, volverse loco.

Y por si era complejo y difícil, ahora para rematarlo viene la reforma de la ley de extranjería. Sigo pensando que deberíamos quitar nuestra firma de la adhesión a la Declaración de los DDHH.

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