Terrible semana la que estamos pasando con la llegada de cayucos a Tenerife. El 6 de diciembre se celebraba el Día de la Constitución. Día de fiesta para la democracia en España, pero la sonrisa por el acontecimiento se torció en rictus de amargura. En la noche previa arribaron dos embarcaciones con subsaharianos a Tenerife. Las condiciones físicas de los que llegaron eran terribles. Hasta los miembros de los equipos de auxilio se estremecían al comprobar el estado de aquellas personas.
A tres de ellos la ayuda les llegó tarde: En uno de los cayucos se encontraron dos cadáveres (a lo que se ha de sumar la confirmación del fallecimiento de uno de los hospitalizados), y en el segundo, otro más. Se me han agotado ya las palabras para describir este infierno. Sólo queda la rabia por lo que está sucediendo. Y el desprecio que crece como una marejada imparable hacia los que cierran los ojos, se atreven a decir que les obliguemos a dar la vuelta, o los utilizan como moneda de cambio para obtener réditos políticos. Hoy les escupo a la cara mi denuncia. Aunque no sirva de nada, pero les acuso: Son como estatuas de sal, indiferentes al sufrimiento ajeno, a todo lo que no sea el egoísmo infinito de sus vidas vacías. Si alguna vez ha podido tener algún sentido el término extranjero es para con estos indeseables, no con los desgraciados que vienen en las barcas de la muerte. Porque estos últimos podríamos ser nosotros, si no hubiéramos tenido la suerte de vivir donde vivimos, o lo hubiéramos hecho hace cincuenta años.Claro que llegan con los bolsillos y los estómagos vacíos. ¿Acaso vendrían si no fuese así? Pero traen su esperanza, su ánimo inquebrantable, su valentía y sus ganas de luchar. Y evitarán que esta sociedad empobrecida moralmente por la opulencia y el consumismo se nos resquebraje definitivamente y acabe por tragarnos a todos.
Ya ven. Y eso que no quedaban palabras. Pero las hay, aunque sea repetir lo expresado una y mil veces. También están las imágenes que ha distribuido la agencia Efe, aunque se nos rompa el corazón al contemplarlas. Y la admiración sin límites por los que se encuentran en la primera línea de combate en la batalla por conseguir que arriben sanos y salvos. Una vez escuché la declaración de un guardia civil del mar, que expresaba mucho mejor que yo este sentir, por venir de alguien como él: Decía que los que llegan en los cayucos no son delincuentes, sino inmigrantes.
Por lo tanto, lo fundamental es ayudarlos, que para las cuestiones legales siempre habrá tiempo después... Es la reflexión de alguien que les ha mirado a los ojos y que, por tanto, sabe de lo que habla. En estos días de luto, reconforta saber de corazones como ese.Porque está la otra cara de la moneda, que llega de políticos relevantes de Coalición Canaria. Leo con asombro la nueva campaña en que empiezan a embarcarse. Según su versión, el parque de viviendas públicas en Canarias está colapsado porque ha de atender también a las peticiones de los emigrantes. Una auténtica indecencia política que intenta enfrentar a las capas populares de las islas con los que llegan de fuera. La cercanía de las elecciones generales y el nerviosismo por lo que indican las encuestas no otorga semejante derecho de pernada para enmascarar las ineptitudes propias.
¬Nota:Imágenes del suceso en:http://picasaweb.google.com/pacogorr/ElDramaDeLaEmigraciN
Autor. Francisco Gorrín
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