viernes, 25 de enero de 2008

Globalización sin control





Lluís Foix
Periodista


La globalización nos hace cada vez más iguales, más indefensos y más obedientes consumidores. Es un fenómeno inevitable que actúa internacionalmente, sin derecho ni reglas internacionales y sin que los gobiernos nacionales puedan controlar sus efectos positivos o negativos.

El sociólogo José Antonio Marina la definió con una frase que me llamó la atención. Dijo que "la economía se mundializa, los corazones se nacionalizan y las cabezas no saben lo que hacer". Desde Oriente a Occidente y desde el Norte al Sur todo ocurre en tiempo real. Se trata de una homogeneización blanda en la que las diversidades y las individualidades desaparecen, donde cualquier cosa parece intercambiable con cualquier otra y pierde sus propios rasgos.

El pánico que viven los mercados desde el lunes no tiene una causa única. El miedo y la inseguridad han obligado al gobierno americano a bajar tres cuartos de punto los tipos de interés para detener una crisis que tiene como epicentro el temor a una crisis que puede llegar. A pesar de ello, la bolsa de Nueva York ha seguido bajando y las europeas han recuperado las posiciones perdidas el lunes.

La globalización ha creado más riqueza universal. Pero es una riqueza desbocada que ha provocado grandes desigualdades económicas y sociales, tanto en el interior de los estados como en el ámbito internacional. Las fuerzas que agitan los mercados están fuera del control de los gobiernos nacionales. Si actúan, no consiguen nada. Y si no actúan tampoco.

Toda actividad humana acaba siendo regulada por leyes nacionales o internacionales. Es imprescindible para que el mundo no caiga en mayores desigualdades de las existentes. Si estos movimientos de libre circulación financiera están fuera de control, producirán grandes desajustes. La globalización es muy positiva pero no puede actuar sin ser regulada.

El ciudadano no alcanza a comprender las causas de lo que ocurre. Es un consumidor al final de un largo y complejo proceso en el que lo único que le queda es comprar o vender. Participa más en el mercado y participa menos en la política. Encuentra más interesante entrar en la dinámica especulativa que votar a gobiernos que construyan políticas más justas y sociales.

El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, dispone de millones de dólares para rescatar bancos en bancarrota pero no para mejorar la educación y la salud, y menos aún para rescatar a los trabajadores que pierden sus empleos como resultado de la mala gestión macroeconómica del Fondo Monetario.

Las izquierdas han tenido como objetivo en los dos últimos siglos la globalización de las ideas pero sin el mercado. Las derechas han globalizado el mercado pero no las ideas. Occidente ha animado la liberalización comercial de los productos que exportaba, pero a la vez siguió protegiendo los sectores en los que la competencia de los países en desarrollo podía amenazar su economía.

Los ciudadanos o consumidores advierten estas disfunciones y buscan refugio en unidades más pequeñas, familiares, inteligibles y protectoras. Se refugian, en la identidad étnica, tribal, cultural o religiosa. El fenómeno conduce a que la integración y la desintegración se retroalimentan.

Esta economía mundial, comenta Bauman, será propiedad de una clase alta cosmopolita que apenas compartirá algún sentimiento de comunidad con los trabajadores de cualquier lugar del mundo. Ya ocurrió a comienzos del siglo XX, con las trágicas consecuencias de todos conocidas.

Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080122/53429196989.html

No hay comentarios: